El paradigma de la complejidad, y sus aportes a las ciencias sociales y a la Educación.
- Mauro Parissi (U.N.L.P.)
Durante todo el siglo XIX y comienzos del siglo XX el mecanismo clásico de contrastación científica era casi el único fundamento de la ciencia. Un enfoque científico de mutilación y fragmentación que produce teorías con una visión lineal y unidireccional de causa y efecto (Guindos, 2015). Este paradigma, también conocido como paradigma tradicional, se basa en el determinismo, el racionalismo cartesiano y el pensamiento analítico. Se fue engendrando y enriqueciendo a lo largo de los años a través de la aportación de filósofos tan importantes como Aristóteles y Descartes (Malinowski, 2007), entre otros.
Nadie puede negar los avances que se han producido en el devenir histórico social del ser humano a través del reduccionismo analítico, y de igual manera en la compresión y formulación de teorías, metodologías y métodos utilizados para dar génesis a saberes y cocimientos en las ciencias sociales, y en la Educación formal. Sin embargo este pensamiento mutilador y determinista presenta evidentes límites, que pueden y deben ser propasados.
La inconformidad en las limitaciones para producir conocimientos de distintos teóricos en diversos campos, especialmente en las ciencias sociales, ha llevado al surgimiento de otras posibilidades de concebir y construir el mundo en el cual vivimos. No solamente nos estamos aventuramos a experimentar otras maneras de hacer o reconfigurar nuestra realidad sino que también estamos explorando otras formas para pensarla y conocerla. Se busca entender la realidad que vivimos de una manera mejor entrelazada y dentro de contextos mayores, para poder generar innovadoras propuestas que colaboren con la resolución de los intrincados problemas que, como humanos, enfrentamos y que, al parecer, escapan a las limitantes explicaciones de los modelos clásicos monodisciplinares y de la tradicional división en la organización del conocimiento.
Para optimizar la formulación y génesis de teorías y conocimientos, en las ciencias sociales y en la Educación, se debe construir una mirada que de transcendencia a la complejidad y el entorno incierto en el que se desenvuelven y se desarrollan. Por ello, se busca dar lugar a nuevos marcos teóricos. El paradigma de la complejidad (Luengo González, 2018), en general, y la teoría de los sistemas dinámicos complejos (Balagué y Torrents, 2016), en particular, nos permiten conocer, estudiar, conceptualizar e intervenir desde otras perspectivas teóricas.
El paradigma de la complejidad está constituido por una diversidad de vertientes teóricas, las cuales asumen la complejidad de la realidad y de la cognición sobre ésta. Buscan estudiar de manera compleja y sistémica la relación entre los componentes del todo, y las estructuras que se generan de éstos, sin separar o desmesurar en partes el todo. Estas teorías formuladas empiezan a formar vertientes científicas: el pensamiento sistémico, el pensamiento complejo, las ciencias de la complejidad, el paradigma ecológico y los enfoques holistas.
El presente trabajo busca poner a la luz y en tensión las posibilidades que este paradigma introduce en la compresión, teórica y práctica, acerca de cómo llevar a cabo un proceso de enseñanza.