¿De qué formas los cuerpos femeninos están atravesados por la experiencia de la esclavitud? ¿Cuál es el vínculo que establece la mujer negra, socialmente oprimida y explotada, con la naturaleza que las rodea? Estas son algunas de las preguntas que surgieron a partir del recorrido por la exposición Amefricana (2024) de Rosana Paulino en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires y que reaparecieron, luego, al leer la novela de Paulina Chiziane, El alegre canto de la perdiz (2011). La experiencia de la mujer brasileña en territorio latinoamericano y la experiencia de la mujer mozambiqueña en territorio africano resuena, en las voces de ambas autoras, de maneras muy similares: el cuerpo de la mujer fundido con la naturaleza en la serie Senhora das plantas de la exposición está también presente en El alegre canto de la perdiz, sobre todo en el personaje de María das Dores. ¿Qué une a estas dos mujeres -Paulino y Chiziane- a pesar de provenir de puntos geográficos opuestos del planeta? En un principio, el portugués, lengua en la que ambas se expresan y lengua oficial tanto en Brasil como en Mozambique; pero también la vivencia de la colonia, que cala profundamente en la identidad de sus pueblos y en la experiencia de corporalidades que cargan con toda una historia de opresión. En esta oportunidad nos proponemos ahondar en la figura de la mujer enraizada o mujer-naturaleza -haciendo foco en las características que hermanan a Rosana Paulino y a Paulina Chiziane y, con ellas, a sus obras-, con el objetivo de confirmar que el fuerte vínculo que la mujer establece con su entorno natural no puede pensarse independientemente de la vivencia de marginación y opresión propia de las sociedades coloniales. Para ello, partiré del concepto de escrivivencia de la escritora y poeta brasileña Conceiçao Evaristo (2008) y de la categoría de mujer negra como el “otro del otro” propuesta por la filósofa Djamila Ribeiro (2019).